No hay razones ni para golpearse el pecho ni para aullar. El Roma demostró ser mejor equipo que el Real Madrid y lo eliminó merecidamente. Que pase. El asunto es sangrante o debería. Más allá del juego y del sistema, en el recuento de jugadores vimos que el Roma los tenía mejores. Esa comprobación nos confirma que vivimos hinchados, de optimismo y vanidad. Cuando llega el mes definitivo, el día clave y la hora de la verdad el Madrid no responde. Por cuarto año consecutivo. Eso no se llama tropiezo: se llama fracaso.
La responsabilidad apunta, a partes iguales, al entrenador y a la dirección deportiva. Después de invertir cien millones de euros en refuerzos, el equipo no tenía, en el momento decisivo, ni extremos, ni laterales, ni siquiera estrellas. Cicinho era mejor, Totti era más grande y así podríamos continuar con Mexes, Aquilani, Vucinic, De Rossi, Panucci, Taddei...
Y no me hablen de las bajas. Para un club tan importante como el Real Madrid resultan una excusa tan barata como los árbitros. El presupuesto, bien administrado, debería permitir un lustroso repuesto por posición. Pero Van Nistelrooy no lo tiene. Ni tampoco Sergio Ramos. Por no hablar de titulares que carecen de categoría y oposición.
Habré ofendido ya, pero no pretendo atacar a futbolistas que serían aceptables y hasta notables en muchos lugares. Critico a quienes han permitido que en el club más laureado del mundo se haya rebajado la exigencia al tiempo que se dobla el gasto. El resultado es que todos hemos confundido valor y precio, satisfechos con las victorias domésticas, mientras Europa, Inglaterra especialmente, viaja con otro nivel y a otra velocidad.
El Madrid fue eliminado por el Roma, pero tenemos la sensación de que si hubiera pasado a cuartos apenas habría tenido opciones contra equipos como Manchester, Arsenal o Liverpool. El drama es ese. Lo lejos que está la Copa de Europa desde hace cuatro años.
Habrá quien todavía se agarre al buen Madrid de los meses pasados y yo tampoco negaré las buenas sensaciones que nos causó el equipo cuando el campo estaba despejado de indios. Pero conviene recordar que muchas de esas victorias llegaron al contragolpe, un extraño recurso para quien debería ser dominador.
Ayer confirmamos los problemas del Madrid ante buenos equipos bien colocados en defensa. Y la impotencia se multiplicó por culpa de Schuster, el mismo entrenador que nos reprochó falta de optimismo en la víspera.
Error.
El Madrid salió a meter un gol sin más juego por banda que el que fueran capaces de aportar Heinze y Salgado, la sorpresa en la alineación. De modo que al Roma le bastó con concentrar hombres en el centro para cortar las conexiones entre Guti y la delantera. Cada vez que la pelota se abría a un extremo, los romanos se tomaban un respiro. Sin condiciones para el desborde, Salgado y Heinze ofrecían el mismo desahogo que una pared. Poco.
Con Guti atrapado en ese enjambre, el Madrid no encontró ni cerebro ni sentido común. En este aspecto, la situación de Diarra comienza a ser dolorosa. Jamás he comprendido la celebración que provocó su fichaje cuando en cada visita del Lyon siempre nos deslumbraba un jugador (Juninho, Malouda, Fred...) que nunca era él. Alguien vende muy bien y alguien compra muy mal.
Fue Gago quien hizo las labores de limpieza que se le suponen a Diarra. Robó mucho y entregó a mejores pies, que son las condiciones de un centrocampista con futuro que ni tiene tiro ni tiene gol. Todavía, al menos.
Claro que el Roma hizo bastante más que defenderse con orden. Porque el Roma es mucho más que eso, como apreciamos en el Olímpico, donde hasta jugando mal dejó buena impresión.
En el Bernabéu, cada una de sus salidas era un despliegue, una exhibición de agilidad y coreografía. Será porque el negro adelgaza, pero sus futbolistas parecían más altos y más esbeltos, también Cicinho.
El gusto por el fútbol llegaba hasta el paroxismo cuando los romanos se empeñaban en sacar el balón jugado desde su área, lo que provocó varios sustos a De Rossi que bien pudieron ser mortales.
Un paréntesis. Cuando me refiero al grupo no incluyo a Totti, que es un mundo aparte. Se trata de un jugador en evidente declive físico, pero quizá eso resalte aún más sus fabulosas condiciones técnicas, su absoluta superioridad. Falto de velocidad y sin resuello para alcanzar el área con puntualidad, Totti ejerce de pivote de ataque marcando el ritmo de los golpes y los contragolpes. Imagino que debe causar una enorme confianza que el bueno, con lumbago o no, juegue en tu equipo.
Pronto se comprobó que el Madrid no tendría otra posibilidad de marcar que en una jugada a balón a parado o, tal vez, en alguno de los contragolpes que propiciaba la valentía del enemigo. El Roma contestó a esa metafísica impresión con dos zapatazos de Aquilani: uno se estrelló en el palo y el otro fue rechazado con apuros por Casillas.
Entretanto, Robinho, la gran esperanza blanca, naufraga entre un mar de piernas, sin espacio ni ocurrencias. También su talento sufre un violento recoloque cuando juega en Europa. Los futbolistas verdaderamente extraordinarios no dejan escapar partidos como el de ayer.
Nadie alteró el guión en la segunda parte. Al poco de reanudarse el encuentro, Baptista estrelló en la cruceta un lanzamiento de falta. El estallido sólo reactivó al estadio y no por mucho tiempo. Quien insiste en convertir al público del Bernabéu en una cheerleader se equivoca. Esa gente entiende de fútbol y da cuando ve.
Relevos.
Schuster no se movió hasta el minuto 61. Salgado pidió el cambio por lesión y el alemán dio entrada a Drenthe por Diarra. Un extremo en cocción por un centrocampista duro. Dos minutos más tarde, Torres reemplazó a Michel. Ninguno de los cambios resultaba más que levemente esperanzador.
Entonces el Madrid estuvo a punto de enganchar un par de trenes. En ese tramo, Raúl cabeceó alto un buen centro de Drenthe. Después Robinho quiso asistir al holandés, que no alcanzó a rematar la pelota. Menos es nada.
La entrada de Vucinic por Mancini sí impulsó al Roma. Nada más aparecer en el césped, el balcánico disparó al palo, tras un buen pase de Tonetto. El destrozo de Vucinic fue inmenso en su siguiente intervención: controló junto a la línea de fondo y sobre el precipicio burló la embestida de Pepe con un autopase que le devolvía al campo. El central lo impidió con una falta que le valió la segunda amarilla y, en consecuencia, la roja. Pepe jugó sin tono y salió sin gloria.
Estoy por decir que el Madrid murió entonces, aunque Taddei marcó en el 72'. Su cabezazo fue implacable y delató la pasividad de Heinze. El empate de Raúl fue a partes iguales un arrebato de casta y un favor del árbitro, porque el capitán estaba en indiscutible fuera de juego.
El resto fue agua en el sumidero. Soldado entró a falta de seis minutos y el Madrid tuvo por fin un delantero centro puro sobre el campo. Un poco tarde. Vucinic le ahorró más sufrimiento al Madrid con un definitivo gol de cabeza.
Cuando pierdes y lo mereces no sientes pena exactamente. Es mucho peor: es resignación.
El detalle. Cae en octavos por cuarto año seguido
Con la derrota de anoche el Real Madrid acumula ya cuatro temporadas consecutivas sin superar los octavos de final de la Champions League. En la edición de 2005 le derrotó la Juventus, en la de 2006 perdió frente al Arsenal, en 2007 fue eliminado por el Bayern de Múnich y ayer cayó contra el Roma.
1 comentario:
Compañero, que dice www.cabocom.com que ya estan los diplomas del curso de creacion y desarrollo de Blogs y posicionamiento en la red, en la secretaria del departamento de Fisica, Ingenieria de Sistemas. Edificio II de la escuela Politecnica superior.
Pues nada mas, eso es todo amigos. saludos desde www.cabocom.com
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